Las apuestas siguen y mientras, basados en la típica prepotencia y el desprecio por nuestra cultura latina, nuestras raíces y el pueblo cubano, los analistas del imperio y sus correligionarios en las organizaciones exiliadas de cuatro gatos se agitan pactando con el péndulo.
No hay nada nuevo, si no les funciona la teoría del palo y la zanahoria, van a la compra de conciencias y hoy se da otra función del circo con el programa de los $80 millones (¿o eran $85?), da lo mismo, es la misma estafa, tintineando las treinta monedas ante los comparsas.
El dinero se repartirá como se hizo con los $25 millones que ya no se dan, entre las organizaciones en el directorio telefónico, el speed dial de la inteligencia norteamericana, donde están sus operativos entrenados en el terrorismo violento, tal vez achacosos, pero sin olvidar sus mañas.
Estos recursos va a preparar la invasión, a constituir los equipos de trabajo para los futuros medios de difusión, nutriendo a las computadoras con los programas de entrega de alimentos para plegar conciencias en un futuro pueblo conquistado, luego de la localización, detención y eliminación de los cuadros contaminados por la Revolución.
Se prepara un programa de estelirización de la sociedad cubana, a través del aislamiento y la compartimentación de su población, de la destrucción de las estructuras y organizaciones internas para alcanzar la dependencia total del agresor, ese invasor que controlará con hambre y miserias al pueblo doblegado.
Pero tantas computadoras y planes no toman en cuenta el espíritu, la conciencia y la educación del pueblo cubano, el cual ha sabido mantenerse durante casi 50 años frente a un enemigo que ninguna batalla épica de Davides y Goliaths haya podido emular.
Es de tontos pensar que va a haber tregua alguna con el imperio y sus acólitos. No hay pieles de oveja suficientes para enfundar los colmillos de estos lobos. En su frustración y su odio, cultivado durante estas cinco décadas, sólo con la sangre de los valientes se saciarían.
La hora es de unión y vigilancia. El momento es de fortificar nuestras ideas, compromisos y lealtades.
Hay un relevo seguro pero la quinta columna reside en nosotros mismos, en nuestras debilidades y dudas, en reproches y rencillas. Todo puede resolverse entre cubanos, pues lo sufrido es historia y si nuestras vidas se oxidaron en las fronteras del odio sin un lamento, ahora no es momento ni de parpadear.
La Patria es ara y no pedestal.
Coral Gables, FL Julio 22, 2006