La noticia recorre las calles de la Saguesera y los bares de Coral Gables: $80 millones de dólares. Se aprecian vientos de esperanza y olores propios de esfínteres emocionados: los buenos tiempos vuelven y de nuevo nos mojamos en la abundancia.
El derroche del dinero ajeno no es nuevo en la Administración Bush. Si no fuera suficiente una guerra fútil, empapada con la sangre de más de 2,500 jóvenes norteamericanos pobres, negros y latinos, para enriquecer a los socios de la caterva que desfalca al país, ahora esparcen dinero para revivir una momia.
Porque eso es el exilio histórico cubano: un cadáver pestilente y vocinglero, al cual mantiene la teta pingüe de la politiquería que sangra al sur de la Florida y ahora, ya no es suficiente con los $25 millones dilapidados en ilusorios grupos, sociedades, comités y representaciones de disidentes y periodistas inexistentes.
Ahora crecemos a inflar la imagen del desprestigio al grado de la calumnia internacional, de la presencia inminente en foros internacionales, del estercolero de las ondas como las estaciones de la calle 8 y por supuesto, la vergüenza de la información, los jimagüas de la Bahía, los mentirosos Heraldos de Miami.
Por supuesto, no toda esa plata cae en saco roto. Parte elemental va a reconstruir los centros de análisis de inteligencia, como el de la Universidad de Miami, donde la fobia y el extremismo han capado la oportunidad al razonamiento en su centro Bacardí.
Hay proyectos interesantes por su cipayismo desmedido, como el de la nueva prensa cubana donde en caso de una ocupación, no muy lejana en el ánimo de los planificadores, se editaría una prensa en Miami para repartirse en la isla, por supuesto, a todo color.
Siempre con el aderezo de estaciones de radio y programas de televisión, exclusivos y depurados para descontaminar [SIC del original del proyecto] al pueblo de la isla ocupada.
Faltan algunos detalles, pero ya han gastado cientos de miles de dólares en proyectos, encontrando algunos problemas menores: el acento de los redactores, conductores y llamados periodistas, no enlaza con la sociedad cubana actual.
En las pruebas de cámara, en los textos y esquemas para los programas, trasluce el metálico sabor del odio, ese guiso verde de frustración impregnado por cinco décadas de orfandad en estas generaciones de nuevos exiliados, desarraigados de lo suyo y rutinariamente lactados de rencor.
Pero no, ese presupuesto no está enfocado a Cuba, ni siquiera influirá en la realidad cubana. La llamada disidencia en la isla alborotará para recibir sus migajas, mientras espera la visa para el infierno, montones de palabras llenarán el éter y páginas nefandas fantasearán las redacciones de Miami.
Las consecuencias las sufriremos quienes pagamos con nuestros impuestos esos millones y continuaremos soportando a esta plaga sofocante, compinche de los intereses especiales y políticos escurriendo aquí los presupuestos de ciudades, condados e instituciones, ahogando a nuestras comunidades en carencias y desalientos innecesarios.
No hay que mirar lejos para ver las consecuencias, en cada esquina tenemos flamantes edificios vacíos para desvalijar bancos, arroyos de automóviles en el tráfico sin control, escuelas provisionales donde los niños se sofocan en el pantano, mientras los políticos se pasean en sus refrigeradas limosinas de cristales negros.
No señores, no miren hacia la isla, ni piensen en transiciones imaginarias, pues si remozan a esta momia del exilio histórico, el aliado natural de las corporaciones, servil brazo de estos politiqueros desmadrados que nos agobian, quienes vamos a sufrir somos nosotros y nuestras familias.
La Piñata no es de millones de dólares, es del saqueo insolente de nuestra sangre y sudor con el propósito de alimentar a esta generación de vividores insaciables y sus acólitos a quienes la política norteamericana, en la magia de su soberbia estupidez, depositó en este pantano miserable.
¡Que Dios nos coja confesados!
Coral Gables, Julio 11 de 2006