Y la venganza de quienes no pueden doblegarlo El tiempo, se ha dicho muchas veces, es implacable. Cuando somos niños, apenas lo conocemos; no sabemos, incluso, si existe, pero pasa y nos va dejando lecciones o pesares.
Es indetenible y terco, se nos va por delante por mucho que nos apresuremos, pero al final tenemos que admitir que nos enseña a conocer sin concesiones, nuestra propia capacidad para resistir o rendirnos, para vencer o perder.
En eso y mucho más pensaba al mirar el almanaque que tengo en un lugar de mi mesa de trabajo. Allí marqué con un círculo rojo, los días 28 de cada mes, y lo hice desde ese mismo día de febrero último, hace exactamente hoy un mes.
Porque el 28 de febrero, mi colega Gerardo Hernández Nordelo, fue enviado, sin explicación alguna, a lo que las autoridades penitenciarias de los Estados Unidos denominan eufemísticamen-te Unidad Especial de Alojamiento y que el argot carcelario bautizó como El Hueco.
El Hueco, sin embargo, resultó para los gendarmes de Lompoc, demasiado espacioso e inocuo para constituirse en "castigo" de un reo tan "peligroso" como lo es el joven caricaturista cubano para quien el imperio considera poco haberle impuesto una condena que para cumplirla no le alcanzará su vida toda, por larga que esta resulte, cuando contradictoriamente su culpa consiste en haber prevenido acciones terroristas por parte de grupos radicados en suelo norteamericano.
Aquella mañana y apenas una hora después lo sacaron y lanzaron sobre un camastro de hormigón y por toda compañía le dieron la luz artificial de dos tubos fluorescentes cuya misión es simple: impedir que Gerardo sepa si es de día o de noche, si es lunes o martes, si es febrero o marzo.
Su abogado, Leonard Weinglass, está escandalizado, él que ha dedicado su vida profesional a defender a presos políticos norteamericanos, admite que lo sucedido a Gerardo y al resto de sus hermanos cubanos prisioneros, "es mucho más de lo que hubiera podido imaginar".
Weinglass se asombra de la capacidad de Gerardo cuando, en un breve encuentro realizado el 11 de marzo último, en condiciones infrahumanas, le dijo que: "Cada mañana al despertar mi estrella me da fuerza para atravesar el día".
Cómo no pensar hoy en Gerardo, cuando no solo cumple un mes en confinamiento solitario sino que está a las puertas de que su caso y el de sus hermanos, Fernando, Ramón, Tony y René llegue a la Corte de Apelaciones de Atlanta, tras haberse violado los procedimientos procesales, tras haberles impedido trabajar con sus abogados defensores en los documentos que deberán presentarse.
Cómo no pensar en Gerardo cuando ha sido secuestrado oficialmente por la política hostil y de un Gobierno que, paradójicamente, hoy pide respeto para sus prisioneros de guerra, y protección a su integridad física.
Cómo no pensar en Gerardo, a quien el imperio mantiene encerrado cruelmente y le priva de la posibilidad de recibir correspondencia, ni siquiera de tener un lápiz y un papel para garabatear sus sueños de hombre enamorado.
Hoy, Gerardo Hernández Nordelo cumple un mes confinado en La Caja de la prisión de Lompoc, donde fue trasladado para expiar dos condenas de cadena perpetua y 18 años más.
Hoy, la opinión pública mundial y el pueblo estadounidense deben saber que junto con Gerardo Hernández Nordelo y sus cuatro hermanos igualmente confinados sin justificación alguna, la justicia norteamericana ha sido secuestrada y convertida en rehén de la ultraderecha republicana y de la mafia terrorista de Miami que se ceban sobre ellos en un vano afán por doblegarlos. .